Y de repente… pierdes. O al menos eso dice el marcador, y yo me pregunto: ¿pero eso de perder es algo objetivo o subjetivo?

Me viene a la mente un tal Valdano con aquello de la “derrota útil” aquella fatídica noche en la que el Valencia CF quedó apeado de la competición del KO ante una UD Las Palmas por aquel entonces de 2ª División.Para un matemático podría ser un dato objetivo, pero para Valdano y para mí, que somos más de letras, no lo compartimos o por lo menos NO si lo has dado todo, si has competido.

Llega un punto en la vida en la que dejas de valorar si has ganado o perdido el partido, si te llevas o no los 3 puntos. La sensación de competir es impagable. El saber que independientemente del resultado, te has esforzado al máximo, has pegado ese sprint “inútil” sin balón, si has ido al suelo para evitar que no saliera de banda. Acabar y sentirte desfondado, pero no sólo físicamente sino mentalmente. Has estado concentrado en cada detalle de cada acción del partido para intentar que saliera bien, para aportar.

A lo mejor, técnicamente no ha sido tu día, pero has tenido una preparación durante la semana. Esos 30 minutos de running, ese subir las escaleras de tu finca, ese molesto y aburrido día de gimnasio o lo que sea… Para eso no hay una cifra medible en minutos ni en kilometros, simplemente cumplir lo que tú mismo te has propuesto.

Porque competir no es solo deporte, es una actitud ante la vida. Proponerte objetivos, crear dinámicas y llevarlas a cabo. No rendirte. Esforzarte. En definitiva, sentirte orgulloso de ti mismo. Eso es una victoria. Crear tu propia dinámica, esa es la fórmula ganadora. Los jugadores del Atleti van al suelo, pelean cada uno de los balones, lo dan todo por el compañero, no ahorran una sola gota de sudor, no piensan más allá de la acción que tienen en ese momento. Un resultado adverso no descalifica lo que han hecho, en absoluto. Solo perderán el día que dejen de aplicar esta dinámica, mientras tanto, están ganando.

No importa a que nivel lo hagas, simplemente hazlo. Siéntete vivo. Compite.

— Joan Carceller —

Columna de opinión